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jueves, 8 de octubre de 2015

Martin Lutero





 MARTIN LUTERO



Teólogo y  reformador alemán, padre de la reforma protestante, criticó y combatió la corrupción de la Iglesia católica en el siglo XVI.

 Lutero irrumpió en el escenario de la vida espiritual y política de su época como un autentico huracán, que sacudió a Europa y provocó una dolorosa fractura en la unidad del mundo cristiano.

Lutero asumió una postura completamente negativa: la desconfianza en las posibilidades de la naturaleza humana de salvarse por sí sola, sin la gracia divina, debía conducir a Lutero a quitar todo valor a una búsqueda racional autónoma, o al intento de afrontar los problemas humanos fundamentales basándose en el logos, en la mera razón.  

Solo la fe es necesaria para acceder a Dios, y tener fe es un don de él. Nada depende del hombre, es decir, Dios es voluntad absoluta, hace lo que quiere y nada ni nadie supera a Dios.

La naturaleza y la gracia, al igual que razón y fe, se hallan radicalmente escindidas. El hombre, cuando actúa de acuerdo con su naturaleza, no puede hacer otra cosa que pecar, y cuando piensa únicamente con su intelecto, sólo puede equivocarse. 

Las virtudes y el pensamiento de los antiguos no son más que vicios y errores. Ningún esfuerzo humano salva al hombre, sino exclusivamente la gracia y la misericordia de Dios: ésta es la única certidumbre que, según Lutero, nos otorga la paz.

El género humano, en sí mismo considerado, es decir , sin el espíritu de Dios. Es el reino del Diablo, es un confuso caos de tinieblas. El humano es, siempre y únicamente, esclavo: de Dios, o del Demonio.

Ejemplo:
Un caballo que se encuentra entre dos jinetes: Dios y el Demonio. Si lleva a Dios en su lomo, quiere ir y va adonde Dios quiera; si lleva encima al Demonio, quiere ir y va donde vaya el Demonio. Ni siquiera posee la facultad de elegir entre los dos jinetes; éstos disputan entre sí para apoderarse de ella. A quienes encuentren injusta esta fatalidad humana, que implica una predestinación, Lutero responde lo siguiente: Dios es Dios, precisamente porque no tiene que dar cuentas de lo que quiere y de lo que hace, y se halla muy por encima de aquello que parece justo o injusto al derecho de los hombres.

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